Me levante muy temprano, bebí un café, hice
un intento de ejercicio, trate de apreciar la vida; pero no lo logre, estaba
decidido a suicidarme. Crisis mundial, desempleo, alza de precios, malas
decisiones políticas; yo sin drogas, sin alcohol y sin alguien a quien amar,
abrazar o besar. Entonces todo estaba
claro: hoy sería mi suicidio. No tenía la idea clara de cómo sería, pero
tampoco tenía la idea o el motivo por el cual seguir viviendo; no deseaba
prolongar la vida.
Di varias vueltas por la casa, el último día
de existencia, de mi existencia se prolongaba sin razón. La misma canción repetía
una y otra vez[1] ¿Cómo
habría de suicidarme? Si no tenía veneno ni pistola; cortarme las venas era
trillado y en los intentos anteriores no le había atinado a las venas. Tal vez tirándome de un puente, caer al
viento y al chocar con el pavimento dejar embarrados los restos de mi cuerpo,
los restos de mi existencia; ver los rostros de horror al momento de saltar,
seguro habría muchos espectadores. Después de caer y morir sabría por fin lo que
hay después de la muerte. Sólo me quedaba una duda ¿Tendría que hacer nota
póstuma?
Diciembre, linda época para suicidarse, para
ser el centro de las pláticas de las
cenas navideñas, podría ser ahora sí el protagonista de todas las cenas y de
los periódicos. Le daría un sin-sentido más a la época navideña, sentido que ha
ido perdiendo poco a poco ¿Navidad? Que fecha es esa…
Me bañe, me perfume, me puse lo mejor que
encontré en el guardarropa; tenía un
encuentro con la muerte, así que debía estar bien presentable para poder
estrechar su huesuda mano. Hice una especie de ritual de despedida, camine por
todos los rincones de la casa, recordaba momentos, personas, veía momentos
pasados. Bebí la última cerveza y fume el último cigarrillo. Salí a eso de las
tres de la tarde, el trafico era desquiciante, claro una ciudad mal planeada
hace que las calles sean poco suficientes para la gran cantidad de vehículos que circulan diario. Decidí caminar
hacia el puente, quería disfrutar de los últimos instantes, inhalar la vida
mundana, llenarme de contaminación, inflamarme de la desquiciada vida antes de
partir.
Subí los 36 escalones que me levantaban del
suelo, los conté y observe. Una vez arriba vi las copas de los árboles agitadas
por el aire, sentía que me alentaban, que me daban ánimo. Por alguna extraña
razón llevaba conmigo el celular, quizá una parte de mi deseaba que sucediera
el ya trillado milagro navideño y salvar mi vida. Me pare a la orilla, todo
estaba listo, un vistazo al cielo que estaba más azul de lo normal y al momento
de dar el paso al vacío para caer… el celular hizo el milagro navideño para
detenerme. Me aleje de la orilla para poder contestar: “Hola ¿cómo estas?” Reconocí al instante la voz; hay personas que a
veces deseas enterrar en el pasado, quieres olvidarlas y con muchas dificultades
parece que lo vas a lograr… de repente aparecen de forma improvista e
imprudente para volver a generar daños. “Bien.”
Respondí con cierto desdén. “Hacía tiempo
que no tenía noticias tuyas, te mande muchos mensajes y no tuviste la
delicadeza de responder uno sólo; al menos me hubieras dicho que no te
molestara.” Agregue con algo de enojo. Unos segundos de silencio y me
respondió: “Pues he estado muy ocupada,
no le había puesto crédito al celular, pero he pensado mucho en ti pequeño,
vamos a vernos, te parece bien a las cinco en los cines del boulevard.” No pude negarme, pensé que alguien la había
mandado para salvarme de la muerte y darle continuidad a la ilógica existencia,
¿Sería acaso que volvería a creer en la navidad?
Hacia mucho tiempo que el corazón no latía
excitado, un peculiar nerviosismo invadía mi cuerpo, creo que estaba
emocionado. No estaba preparado para lo que fuera a suceder o decir, no tenía
idea de que hacer; simplemente me deje llevar por las circunstancias. Estaba
justo en frente del lugar de la cita, raro pero ella ya estaba ahí, se veía tan
hermosa, angelical, ahora deseaba anclarme en su cuerpo y su corazón. Era un
ángel de salvación que llegaba a mí para hacerme más placentera la vida, tonta
idea y cursi pero lo pensé. Las cosas pasan por alguna razón, destino o
distracción, quién sabe. Al momento de suceder esas cosas se hace un abismo en
el tiempo y espacio, es como un hueco en la existencia para que suceda, es un
momento en el que sientes los ojos del mundo viéndote en lo que todo sucede y
tú solamente dejas que todo fluya. Solo bastaron unos cuantos segundos… la vi
hermosa, sentía nudos en el cuerpo, di dos pasos para acercarme a ella y
abrazarla… en un pequeño instante sin saber por dónde, al voltear me encontraba
besando el parabrisas de un rápido de microbús verde, el rostro de los
pasajeros mostraba horror, la cara del chofer tenía una risa mezquina, sobre el
pavimento deje gotas rojas de mi existencia; sentí el cuerpo desanudado y roto…
ella corrió a tratar de ayudarme; esta vez no solo rompía mi corazón, si no
gracias a ella ahora tenía roto todo el cuerpo. Por primera vez en toda mi vida
la atención de tantas personas estaba en mí; trataba de levantarme para darle
las gracias al chofer, pero cada que lo intentaba algo se rompía y me dolía
más. Las lágrimas de ella se mezclaron con la sangre y cayeron al suelo, lo
curioso era que esa mañana me había levantado decidido a suicidarme… se hizo el
milagro navideño.