Observo los
hielos desnudos en el fondo del vaso, los cubro con un poco de ron y soda,
están entrelazados, su orgia tiene una cita en mi boca. La música suena entre
agudos y graves, sensuales notas que hipnotizan a la ebriedad. El cuerpo
desnudo de la sobriedad se va a la otra habitación, me deja hacer el amor con esta soledad que
brota por todas partes.
Las horas
fluyen, se derriten al paso del día, mi
borrachera es confortable, me oculta de la rutina, me oculta de los temores. Podría
abrir las piernas de la añoranza y violar todos esos recuerdos que embriagan a
la tristeza; escurre una lágrima de ron que se cuela a mi interior por la
comisura de los labios. Hoy estoy borracho para tolerar al mundo con sus jueces.
Los hielos
desnudos danzan en el licor antes de entrar en mi ebriedad.
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