sábado, 27 de diciembre de 2014

El Milagro Navideño.

Me levante muy temprano, bebí un café, hice un intento de ejercicio, trate de apreciar la vida; pero no lo logre, estaba decidido a suicidarme. Crisis mundial, desempleo, alza de precios, malas decisiones políticas; yo sin drogas, sin alcohol y sin alguien a quien amar, abrazar o  besar. Entonces todo estaba claro: hoy sería mi suicidio. No tenía la idea clara de cómo sería, pero tampoco tenía la idea o el motivo por el cual seguir viviendo; no deseaba prolongar la vida.

Di varias vueltas por la casa, el último día de existencia, de mi existencia se prolongaba sin razón. La misma canción repetía una y otra vez[1] ¿Cómo habría de suicidarme? Si no tenía veneno ni pistola; cortarme las venas era trillado y en los intentos anteriores no le había atinado a las venas.  Tal vez tirándome de un puente, caer al viento y al chocar con el pavimento dejar embarrados los restos de mi cuerpo, los restos de mi existencia; ver los rostros de horror al momento de saltar, seguro habría muchos espectadores. Después de caer y morir sabría por fin lo que hay después de la muerte. Sólo me quedaba una duda ¿Tendría que hacer nota póstuma?




Diciembre, linda época para suicidarse, para ser el centro de las pláticas  de las cenas navideñas, podría ser ahora sí el protagonista de todas las cenas y de los periódicos. Le daría un sin-sentido más a la época navideña, sentido que ha ido perdiendo poco a poco ¿Navidad? Que fecha es esa…

Me bañe, me perfume, me puse lo mejor que encontré en el  guardarropa; tenía un encuentro con la muerte, así que debía estar bien presentable para poder estrechar su huesuda mano. Hice una especie de ritual de despedida, camine por todos los rincones de la casa, recordaba momentos, personas, veía momentos pasados. Bebí la última cerveza y fume el último cigarrillo. Salí a eso de las tres de la tarde, el trafico era desquiciante, claro una ciudad mal planeada hace que las calles sean poco suficientes para la gran cantidad de  vehículos que circulan diario. Decidí caminar hacia el puente, quería disfrutar de los últimos instantes, inhalar la vida mundana, llenarme de contaminación, inflamarme de la desquiciada vida antes de partir. 

Subí los 36 escalones que me levantaban del suelo, los conté y observe. Una vez arriba vi las copas de los árboles agitadas por el aire, sentía que me alentaban, que me daban ánimo. Por alguna extraña razón llevaba conmigo el celular, quizá una parte de mi deseaba que sucediera el ya trillado milagro navideño y salvar mi vida. Me pare a la orilla, todo estaba listo, un vistazo al cielo que estaba más azul de lo normal y al momento de dar el paso al vacío para caer… el celular hizo el milagro navideño para detenerme. Me aleje de la orilla para poder contestar: “Hola ¿cómo estas?” Reconocí al instante la voz; hay personas que a veces deseas enterrar en el pasado, quieres olvidarlas y con muchas dificultades parece que lo vas a lograr… de repente aparecen de forma improvista e imprudente para volver a generar daños. “Bien.” Respondí con cierto desdén. “Hacía tiempo que no tenía noticias tuyas, te mande muchos mensajes y no tuviste la delicadeza de responder uno sólo; al menos me hubieras dicho que no te molestara.” Agregue con algo de enojo. Unos segundos de silencio y me respondió: “Pues he estado muy ocupada, no le había puesto crédito al celular, pero he pensado mucho en ti pequeño, vamos a vernos, te parece bien a las cinco en los cines del boulevard.”  No pude negarme, pensé que alguien la había mandado para salvarme de la muerte y darle continuidad a la ilógica existencia, ¿Sería acaso que volvería a creer en la navidad?    



Hacia mucho tiempo que el corazón no latía excitado, un peculiar nerviosismo invadía mi cuerpo, creo que estaba emocionado. No estaba preparado para lo que fuera a suceder o decir, no tenía idea de que hacer; simplemente me deje llevar por las circunstancias. Estaba justo en frente del lugar de la cita, raro pero ella ya estaba ahí, se veía tan hermosa, angelical, ahora deseaba anclarme en su cuerpo y su corazón. Era un ángel de salvación que llegaba a mí para hacerme más placentera la vida, tonta idea y cursi pero lo pensé. Las cosas pasan por alguna razón, destino o distracción, quién sabe. Al momento de suceder esas cosas se hace un abismo en el tiempo y espacio, es como un hueco en la existencia para que suceda, es un momento en el que sientes los ojos del mundo viéndote en lo que todo sucede y tú solamente dejas que todo fluya. Solo bastaron unos cuantos segundos… la vi hermosa, sentía nudos en el cuerpo, di dos pasos para acercarme a ella y abrazarla… en un pequeño instante sin saber por dónde, al voltear me encontraba besando el parabrisas de un rápido de microbús verde, el rostro de los pasajeros mostraba horror, la cara del chofer tenía una risa mezquina, sobre el pavimento deje gotas rojas de mi existencia; sentí el cuerpo desanudado y roto… ella corrió a tratar de ayudarme; esta vez no solo rompía mi corazón, si no gracias a ella ahora tenía roto todo el cuerpo. Por primera vez en toda mi vida la atención de tantas personas estaba en mí; trataba de levantarme para darle las gracias al chofer, pero cada que lo intentaba algo se rompía y me dolía más. Las lágrimas de ella se mezclaron con la sangre y cayeron al suelo, lo curioso era que esa mañana me había levantado decidido a suicidarme… se hizo el milagro navideño.     


    



[1] Por si alguien quiere saber cual era la canción, era la de 200 sábados de fobia. 

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