Enamorado de los bisteces…
Delicados y finos
trazos-trozos de mujeres me rodean: vecinas, caminantes, en el paradero,
compañeras de trabajo. Mujeres que atraen mi atención; mujeres infieles y
destructoras. Olores, maquillajes, perfumes, sonrisas desplegadas atrayendo la
mirada lasciva… la mía.
Yo simplemente puedo
admirar esos trazos-trozos, pero el resultado es el mismo “mi corazón roto y decepcionado.” Aun que con dulce palabrería
cederían ante mí, me ofrecerían su sexo húmedo y delicioso; pero al final me
dejarían herido y con deseos de más de ellas. Ahora en estos días de desolación
prefiero amar otros trazos-trozos, otros finos cortes. Esos cortes me aman, no
dicen nada, son mudos amantes, comparten mi silencio, son lenguas rodeando mi
ser, lo exprimen. Algunos aun sangrando manchan mi piel. Ellos no atentan
contra mi libertad, no agraden mi soledad.
En el suelo de la
habitación hay cientos, miles de gusanos devorando los bisteces que me han
amado, el olor de semen muerto se pudre con la carne. En el suelo yacen pedazos
de reces con espermas disecados. No los como y no los tiro no quiero parecer un
salvaje amante caníbal.
Algunas veces he
llegado a extrañar el calor, la boca, la piel femenina… pero cuando eso sucede
voy al refrigerador y saco un suculento trozo de amante para consolar mis
deseos. No cabe duda que estoy enamorado de los bisteces; bisteces finamente
cortados del aguayon.
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