Un día poco común.
Olor a hierba quemada, olor a cigarro agonizante, excremento y
peregrino exhausto. Muchos olores mezclados en la caída de la tarde. La noche
trae un frío letal entre su viento. Estar en medio del frío es como estar en el
féretro de un funeral sin personas. Voy caminando, voy con la lujuria cargada
entre mis piernas, voy poco sobrio. Después de unos pasos secos, llego al
hotel, subo peldaño por peldaño, la palpitación se acelera, la noche debe ser
larga.
Llego a la habitación número... no recuerdo. Una gentil mano delgada
abre, cruzo la puerta, prendo otro cigarrillo, ignoro el letrero de no fumar, me inserto dentro de la amplia
habitación. De la chamarra saco un cuarto de bacardi blanco, el vicio me ha
degradado tanto que bebo ahora por cuartitos. Voy al baño orino en el blanco y
limpio retrete. Regreso a la mesita donde deje el licor, sirvo dos vasos, ella
esta recostada en la cama, solo se cubre con las cobijas, quiere que entre
junto a ella, la blanca piel de sus brazos resalta en la tenue luz de la
habitación. Parece una luna que eclipsa mis ojos, el deseo brota y voy al baño
otra vez.
Regreso y me vuelvo a servir, tengo cierto temor de ella, pero
también tengo la excitación de un animal. Deseo abrir esas piernas blancas y
deleitarme adentro de ellas. Me quito con trabajo el pantalón, vuelvo a
servirme, ella no ha bebido; la veo por el espejo e imagino lo que quiero
hacerle, me vuelvo a servir.
Bebe un sorbo corto, me dice que esta demasiado caliente, sus manos
las comienza a pasear por su entrepierna, comienza a ponerse húmeda; una
erección lenta y torpe surge de mi. Pone música de su celular, se quita las
cobijas se empieza a tocar los pezones, yo sigo de pie sirviéndome bacardi, se
me hace poco creíble que una musa este calentando mi fría borrachera.
Se me acerca, bebe de mi vaso, me toma del cuello, me besa, su
lengua es caliente como el licor, me embrutece aun más. Me vuelve a besar,
coloca mis manos en las zonas más calientes de su cuerpo, sus manos me
acarician, me siento un poco torpe, pero conservo la erección, de una forma
sigilosa me lleva a la cama, me vuelvo dócil, me hace honores con la boca, se
desliza por mi pecho…
Suena el despertador del celular, las ocho de la mañana, ella ya se
baño y se esta vistiendo; con ropa se ve igual de deliciosa, me observa
fijamente, mueve la cabeza… mi cabeza me duele y no recuerdo lo sucedido, creo
que hice un buen trabajo, así que le pregunto si le gusto… me lanza una sonrisa
sarcástica, burlona tal vez y me dice: “cuando
bebas menos, cuando todo tu esté consciente y no te duermas… sabré si me gusta
o no…” me quedo desnudo, erecto y crudo
en la habitación del hotel. A la una tengo que entregarla. Ella sale dejando
una estela de perfume y decepción. Me levanto a orinar, regreso a la mesita, me
sirvo el resto del bacardi, al alzarla noto que ella dejó 200 pesos, dinero que
uso para comprar unas cervezas, ahora estoy bien caliente, pero ya tengo
cervezas, un cuarto de hotel con agua caliente, un canal porno y mi mano que
habrá de hacer los honores de nuevo, como siempre, a la una tengo que entregar
la habitación.
Por: Mr. Green.